La primera vez que vine a Fumadores Anónimos seguía fumando. Dejé de fumar en ese entonces porque me preocupaba lo que el grupo pensara de mí. Esa no era una razón lo suficientemente fuerte para que continuara sin fumar, porque después de veintinueve días, comencé a fumar de nuevo, y dejé de venir a las reuniones.
Un año después regresé. Esta vez estaba determinada a entregar mi adicción a Dios. Me tomó otros quince meses aprender cómo desistir. La Tercer Tradición me permitió seguir viniendo a las reuniones de manera que pudiera aprender.
Con el tiempo aprendí a confiar en mi Poder Superior. Establecí mi fecha para dejar de fumar. Con la ayuda de Dios estuve dispuesta a resistir, incluso a aceptar los deseos irresistibles.
Seguí viniendo porque tenía que hacerlo, y porque Fumadores Anónimos dijo que podía.
Hoy, recuerdo las palabras de la Madre Teresa, “Dios no nos pide ser exitosos. Nos pide ser fieles.”
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